Entramos y salimos de la motivación, cíclicamente como la mayoría de lo que pasa en el mundo. Cuando hablamos de motivación generalmente nos referimos al disparador, a aquello que genera la acción inicial, que nos mueve de la silla y nos impulsa a actuar. Pero la motivación también se refiere al impulso que nos mantiene en movimiento, a la energía que nos obliga a seguirlo intentando, la que le toma del pelo al cansancio, la energía que nos hace ignorar las criticas, la energía que nos hace olvidar que hora es, eso es motivación.

El disparador, viene en infinitos colores y matices; aparecen de repente y es nuestro trabajo agarrarlo en el aire, a veces dura lo mismo que un suspiro, a veces lo llamamos inspiración. Llega sin avisar, pasa por tu mente con ideas geniales que buscan dueño y te acompaña por unos días, te da vueltas en la cabeza y si no tomas acción, esa idea maravillosa te abandona y busca a otro dueño que la haga realidad.

Vienen el forma de sueño no cumplido, una imagen pasa por tu cabeza y tu cuerpo responde a esa imagen con palpitaciones, sudor en las manos, corazón inflado, piel de gallina, pronoia; la sensación de que el universo conspira a tu favor.

Sea por razones o por sentimientos, lo que debe estar claro es que cuando viene de adentro, la motivación es duradera, es fuerte, es certera, es de confiar

El efecto disparador dura poco tiempo, apenas el necesario para darle a tu mente el espacio para encontrar razones y excusas para no actuar. Muchas batallas las gana tu mente en esta etapa, te convences que no hay muchos mejores que tu, que eso ya alguien lo ha hecho, te convences que no es posible, que tomaría mucho tiempo, que sería muy costoso, que no eres lo suficientemente bueno, te convences a ti mismo y sin darte cuenta decides dejar ir la idea, dejar ir la inspiración.

Otras veces, tu mente pierde la batalla y tu corazón habla fuerte y tu sientes que es el camino correcto, que debes continuar, que esa idea tiene sentido, que ese plan va a funcionar. Sea por razones o por sentimientos, lo que debe estar claro es que cuando viene de adentro, la motivación es duradera, es fuerte, es certera, es de confiar.

La motivación que viene de afuera , es la de un premio o un castigo que podríamos recibir o evitar. Una buena nota, la aceptación de un grupo, un aumento de salario. No son las ganas lo que te mueven, sino el miedo a no ser aceptado, a no ser reconocido, o a no ser aprobado. Todos hemos alcanzado metas enormes gracias al miedo a un castigo o las ganas de un premio; el método funciona pero con limitación.

La motivación que viene de adentro en cambio, está relacionada con la alegría que genera lo que estamos haciendo, la llenura que se siente en el alma cuando tenemos el chance de hacer lo que nos gusta. Imagina por un momento lo que sentirías si fueras un jugador de baloncesto, o una bailarina de ballet, un artista, un escritor. ¿Cuantas horas estarías dispuesto a dedicar a tu práctica? Seguramente son miles de horas y aunque sintieras cansancio, disfrutarías el esfuerzo porque amas bailar, porque amas pintar, porque no hay algo más en el mundo que preferirías hacer y no hay un mejor lugar donde preferirías estar. Así se siente cuando eres dueño de tus ganas.

La diferencia entre los dos tipos de motivación radica en la capacidad de aceptar las caídas, las derrotas, los desafíos. Cuando algo externo nos motiva, como un ascenso por ejemplo, trabajas fuerte para lograrlo y cuando llega el momento de recibir el reconocimiento, tu jefe decide darle el ascenso a alguien más, inmediatamente después del enojo, tu motivación desaparece y dejas de trabajar duro, porque tu motivación estaba puesta en algo exterior que no ocurrió.

En cambio, si estás trabajando con todas tus ganas en un proyecto porque te apasiona lo que haces, porque se te pasan las horas y olvidas hasta comer, te diviertes, te entretienes, te sientes retado y al mismo tiempo aprendiendo. Te ofrecen un ascenso y cuando el proyecto termina incumplen su palabra y el ascenso se lo dan al alguien más. Después del gran enojo al que tienes derecho, vuelves a comenzar y trabajas igual o incluso con más ganas, porque lo que te apasiona es el trabajo que haces y no el premio que te iban a dar.

Descubrir lo que te motiva, toma tiempo y dedicación. Necesitas darte el chance de probar y fallar, necesitas dedicar tiempo en ti, dar permiso a la curiosidad, necesitas aprender a hacerte preguntas y a ser honest@ cuando las respondes. Cuando el dragón de tus ganas despierta y está listo para trabajar; estos pasos te llevan desde la idea a la acción:

 

  1. Las malas ideas no existen

Todas las ideas, grandes o pequeñas, pasaron alguna vez por la mente de alguien que no las hizo realidad y deambularon por ahí hasta que encontraron a alguien que las vio posibles y les dio existencia. Las malas ideas no existen, solo existen las ejecuciones pobres o llenas de miedo, existen las razones equivocadas, las motivaciones extraviadas y las ganas de alquiler. Si tenemos una idea, es nuestra responsabilidad anotarla, meditarla, dedicarle tiempo, nutrirla, quererla y consentirla antes de atacarla, descuartizarla o desecharla.

 

  1. ¿De donde salen las ganas?

Este es un auto-examen sencillo, toma apenas unos segundos y garantiza empezar con el pie derecho la misión. Definir el lugar de donde viene la motivación significa preguntarse: ¿Para qué haría esto? ¿Porqué esto me hace feliz? ¿Entregaría miles de horas de mi tiempo a hacer esto? Cuando sabemos de donde proviene la motivación, tenemos una medida exacta de que tan comprometidos estamos con la idea para hacerla realidad.

 

  1. Haz de cuenta que ya ocurrió

Cierra los ojos, respira profundo, imagina que ya pasó un año o dos o cinco y que la idea ya se hizo realidad. ¿Cómo se siente? ¿Qué tanta alegría te trae? ¿Qué detalles son importantes?. Las ideas que pasan por este filtro tienen más chance de tomar vida, tienes más razones para quedarse y dejar de deambular. Sientes la emoción, el corazón agitado, levantas las cejas al estilo eureka y empiezas a planear

 

  1. ¿Por donde comenzamos?

Este es el momento que da inició a los grandes proyectos, el secreto mejor guardado, la llave maestra. Tomar el primer paso . Si, el primer paso es en realidad el cuarto paso de este proceso de creación. La idea, aunque aún es pequeña ya está un poco más fuerte. Escribe en algún papel cual será el primer paso, no te conformes con pensarlo, escríbelo, ponle fecha, elige una hora y desde el mismo lugar de donde salen las ganas, haz una promesa contigo mismo y que este pequeño primer paso se complete sin dudar.

 

  1. Dar pasos pequeños y constantes

Tomar acciones, así sean pequeñas que te aclaren más la idea o te guíen hacia el siguiente paso. En este paso las ideas quedan atrapadas, ya tomaste el primer paso y están esperando a tomar vida pero necesitas seguir avanzando de lo contrario la idea muere de inanición. Conéctate de nuevo con las ganas, y desde ese lugar planea los siguientes pasos, pequeños o diminutos, sigue avanzando a diario, cada paso cumplido le da días de vida a la idea que por ahora es tuya y de nadie más.

 

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